09 febrero, 2014

¡Sonría!

 

Situación: Conduciendo su vehículo particular una persona se dirige a su domicilio de trabajo a las 0815 hs. aproximadamente, desde la avenida por la que circula anuncia su giro a la izquierda activado la señalización luminosa, como corresponde, y dobla a una velocidad razonable (léase más o menos velocidad de segunda marcha), circula una cuadra para nuevamente señalizar su giro a la derecha; al aproximarse a la esquina una persona que circula por la vía pública por medios naturales (léase peatón) camina con evidente intención de cruzar de una vereda a la otra, pero en apariencia hacia la esquina opuesta, sin prestar atención a lo que sucede a su alrededor; dada esta circunstancia, el conductor del vehículo comienza a frenar el mismo, situación a la que se llega cuando está a aproximadamente 2 metros del peatón, el cual ve sorpresiva y repentinamente al vehículo.

Reacción de las personas – opción 1 (uno): Cuando se produce la situación, el conductor del vehículo toma conciencia rápidamente de que el peatón circula aparentemente sin atención al tráfico (o sea, circula cual zombi para cruzar la calle) y, al momento de detener el vehículo y ver que la persona lo mira sorprendida, el conductor “sonríe” y aguarda a que avance y libere el paso al vehículo. Por su parte el peatón, al verse sorprendido por el vehículo y ver que se ha detenido, así como también que el conductor sonríe, reconoce con semblante amable que ha sido sorprendido por circular imprudentemente y, acto seguido, responde “devolviendo la sonrisa” y acelerando el paso.

Reacción de las personas – opción 2 (dos): Cuando se produce la situación, el conductor del vehículo se da cuenta rápidamente de que el peatón es un imbécil que le importa un cuerno lo que sucede alrededor. Cuando el conductor tiene que detener el vehículo para no atropellar al zombi, por supuesto que hace sonar la bocina en forma continua y prolongada para que el ñoño “se de cuenta” de que lo están por atropellar y, si se trata de una persona aún más iracunda, acto seguido, vociferará en tono alto algún agravio verbal hacia el distraído peatón. El caminante, al ver el auto que ha frenado a una gran proximidad, y por supuesto ver la actitud del enervado conductor y escuchar sus insultos, no puede hacer otra cosa mas que devolver la reacción en su mismo tenor, por supuesto olvidando totalmente que ha cometido él la falta, reacciona trasladando la culpa al conductor y profiriendo algún tipo de insulto como por ej.: “¡¡¡pelot…. de mier…, por qué no mirás por donde manejas!!!” y dejará el paso al vehículo para después poder cruzar. Si la situación pasa a mayores, podría acontecer que el conductor baje del vehículo y se produzca un acontecimiento de violencia física.

La realidad es que la situación fue resuelta con la opción 1 (uno) y, quien escribe, es el conductor, que por suerte llegó a la oficina sintiéndose contento por, una vez más, haber reaccionado positivamente ante un tipo de evento que, en los últimos tiempos suele resolverse en la mayoría de los casos con malas actitudes.

Como siempre trato de predicar hay que tratar de reaccionar, aunque por dentro tengamos momentáneamente un volcán en incipiente erupción, al menos en primera instancia, de forma amable, aunque sepamos que tenemos toda la razón sobre lo que está sucediendo. Muchas veces el reaccionar así, evita que el otro involucrado dispare la reacción conflictiva. Luego, si el equivocado ya no reaccionó mal ante nuestra postura, es muy posible que reconozca su error y pida disculpas, de la manera que más espontáneamente se de. Así es como nosotros también tenemos un tiempo más para que nuestro “volcán interno” se desactive. Si ejercitamos esta actitud en la mayor cantidad de casos posibles que se nos presentan, imagino que tendremos menos tensiones y mejor carácter diariamente.

Reaccionar mal, entrar en el juego de la actitud “mental” violenta, siempre resta; en principio para nosotros mismos y por supuesto para los demás también.

26 agosto, 2013

El tigre y el dragón



¿Por qué vivimos a diario situaciones en las que, al intentar dialogar, pedir algo a otro, u opinar con criterio distinto u opuesto a los demás, en muchos casos la otra persona, o nosotros mismos, reaccionamos en forma defensiva o en forma agresiva? Más finamente, ¿Por qué cuando sucede algo que no se ajusta, aunque sea en una mínima fracción, a nuestra situación o de acuerdo a nuestras expectativas, reaccionamos en primera instancia ofuscadamente y, de acuerdo a nuestro eventual humor hasta violentamente, respondemos con sentimientos, ademanes o hasta palabras agresivas?
En principio, creo que se trata, en mayor o menor grado, de una reacción natural al estrés que provoca el cambio que vivimos respecto a lo que sentimos o lo que tenemos expectativa de sentir.
Cuando ésta situación sucede, ¿por qué no podemos parar la reacción y sopesar la situación para dar una respuesta pacífica que nos permita adaptarnos armoniosamente a la circunstancia que se nos presenta? En muchas circunstancias, se da que finalmente no todo era tan grave como instintivamente sospechábamos y no nos ha afectado tanto. Es decir, luego de reaccionar negativamente, nos calmamos y nos damos cuenta de que no existió una relación directamente proporcional a la respuesta que se generó. Y todo este proceso, hasta se puede dar en solo un segundo. Lo que intento explicar y trato de poner en práctica es tratar de incorporar una conducta no precipitada, una conducta que, ante la incertidumbre sobre las consecuencias de lo que nos está afectando, me lleve a no reaccionar en forma anticipada y negativa. ¿Por qué ante cierto grado de incertidumbre sobre si algo me va a afectar en forma positiva o negativa optamos, en una fracción de segundo por lo negativo, y respondemos defensivamente en consecuencia? Pienso que tenemos que aprender a desarrollar el temple apropiado que nos permita, aunque no podamos naturalmente evitar la reacción defensiva, tomar un “respiro”, parar, y sopesar la circunstancia de nuestro interlocutor, luego responder. Imagino que, si vamos incorporando poco a poco este tipo de conducta, nos puede servir de ayuda para que, cuando las adversidades que nos acontezcan sucedan, podamos evitar que la situación se infiltre en nuestro interior y haga que nuestras emociones nos ganen de mano y actuemos en forma precipitada. Esto lo he planteado usando el ejemplo que más comúnmente vivo a diario, que son las emociones negativas que nos gobiernan; pero pienso que también las emociones y reacciones positivas nos pueden hacer vivir las situaciones “fuera de balance”, pues muchas veces no todo resulta tan positivo como lo esperamos y, pasada la emoción, podemos vivir cierto grado de decepción.
 

 
Se me ocurre una metáfora ilustrativa asociada a la mitología y cultura oriental. El símbolo del Yin y el Yang representa dos fuerzas opuestas pero complementarias, cuya interacción regula el equilibrio natural del universo. En la cultura oriental suele representarse a estos dos elementos con las figuras del tigre y el dragón. Sintéticamente y a grandes rasgos, el tigre simboliza el poder, la ferocidad, la pasión, la velocidad, la crueldad y la cólera. Mientras que el dragón simboliza la sabiduría, el entendimiento más profundo, el corazón más elevado y la virtud más incorruptible. Este simbolismo, aplicado a lo que intento expresar, me lleva a plantearme que lo que debemos buscar es esforzarnos por tener una conducta equilibrada, todos tenemos un tigre adentro que nos da fuerza para accionar y reaccionar, pero no nos olvidemos de cultivar también nuestro dragón, que nos dé la sabiduría para controlarnos y responder con la intensidad que las circunstancias ameritan, así podremos disminuir el riesgo de perjudicar a los demás y de perjudicarnos a nosotros mismos. Y al mismo tiempo demos el ejemplo, con nuestro accionar, a quienes estén dispuestos a tomar las buenas experiencias para mejorar en lo que puedan.






15 julio, 2013

Shodan

 

El pasado 6 de julio tuve la oportunidad de presentarme y rendir el examen correspondiente a la graduación de Shodan (1er. Dan) en el Seiki Dojo del Centro de Difusión del Aikido.

Sinceramente ha sido un evento muy importante y muy esperado para mi porque hace ya más de diez años que entré en contacto con el mundo del Aikido, de la mano del Sensei Héctor Torres. En el transcurso de estos años, muchas veces tuve que discontinuar mi entrenamiento por diversas cuestiones, más que nada académicas y también de la vida misma, como dicen. Pero me mantuve firme en mi convicción, continué en contacto con la gente del Dojo y entrenando fuerte en los años que pude. Varios de mis compañeros, comenzaron a practicar después de mi y tuve la suerte de poder ayudarlos a dar los primeros pasos, fueron ellos mismos los que alcanzaron la graduación de Dan antes de mi y fueron adquiriendo conocimientos y experiencias que nos transmitieron y nos ayudaron a crecer como Aikidokas. Para con ellos es que tengo un profundo agradecimiento, porque siempre supieron mantener la humildad y recordaron cómo mi aporte y el de personas que pertenecen a mi “camada” les ayudaron a llegar sus respectivas graduaciones de Dan.

Haber alcanzado esta graduación, según la etiqueta y las normas de la institución a la que pertenezco, implica que debo llevar cinturón negro y hakama. El uso del hakama, como he comentado en una publicación anterior, lleva el simbolismo y la responsabilidad de cultivar y practicar las siete virtudes que los Samurai pregonaban a través del Bushido que, en pocas palabras, fue una especie de código de conducta y principios que regían su accionar y sus relaciones. Es así que, de aquí en adelante, mis aspiraciones como practicante de Aikido serán, por un lado pulir mis técnicas y por supuesto mejorar mi forma de respirar y armonizar; y por el otro, en el fondo, más allá de las cuestiones técnicas, dar mi mejor esfuerzo por incorporar algo de éstos principios a mi vida cotidiana. Creo que con el transcurso de los años, cuando uno transita este camino por su propia decisión y sincero interés, llega a practicar en mayor o menor grado algo de lo que la cultura Samurai dejó marcado en la historia; pienso que solo cuando uno tiene la verdadera convicción de seguir a delante en el camino del Aikido, cuando uno es consciente de que debe ser practicado con seriedad, va incorporando algo de la esencia de estos principios sino, es muy difícil seguir progresando.

Es este el camino que elegí para ayudarme a ver las cosas desde otra perspectiva, para aprender que no siempre que uno cae se lastima y ahí se acabo todo, por el contrario, cuando uno aprende, caer significa una oportunidad de volver a levantarse y seguir adelante. También, ver las cosas desde otra perspectiva implica aprender a estar atento a uno mismo y no dejarse llevar por las pasiones y las reacciones que muchas veces dominan a las personas y afectan a los demás negativamente.

Quisiera, de aquí en adelante, simplemente ser mejor persona, y tratar de ser en lo mas mínimo que pueda un ejemplo.

06 junio, 2012

La actitud ante los problemas o conflictos

 

¿Qué es un problema? Según mi punto de vista, desde la perspectiva de la experiencia de las personas ante esta cuestión, un problema es una situación y/o estado de la realidad distinto a un estado deseado o necesitado por la persona que percibe esta realidad en un momento determinado.
Ahora bien, no es mi intención plantear una definición teórica de los problemas, sino expresar la concepción que en los últimos años, intento lograr madurar en mi conducta y mi filosofía de vida. En esta línea, he visto muchas veces cómo las personas, ante una situación que les representa un problema, se encierran en su padecimiento sin encontrar salida o incluso empeorando la situación; asimismo, la anticipación, la preocupación obsesiva acerca de los potenciales problemas, hasta pienso que determinan la conducta de las personas, de manera tal que éstas terminan por generar ese estado de realidad de las cosas que deviene en un problema. Por otra parte, también existe la situación de quienes ignoran los problemas o quienes no toman acción ante los mismos.
Cómo se pueden manejar estas situaciones, o al menos es lo que intento. La práctica del Aikido me ha ayudado mucho al establecer una similitud con la actitud y el accionar que se debe tener para resolver el conflicto que se plantea ante el ataque de un oponente.
En la práctica utilizamos en concepto de Irimi, el cual significa entrar en la técnica, pero tiene la particularidad de que esta entrada se realiza saliendo de la línea del ataque. Cuando hacemos Irimi ante un ataque buscamos anticiparnos al ataque para que éste no nos sorprenda y perdamos la oportunidad de defendernos, para no quedar atrapados en sus consecuencias. Una vez que logramos anticipar el ataque, debemos accionar para posicionarnos en una situación en la que nosotros podamos tomar control del atacante y finalmente redireccionar o neutralizar este ataque, sin que nadie resulte lastimado.
En el ámbito cognoscitivo, cuando surge un problema, o se percibe su inminente ocurrencia, también podemos hacer Irimi ante el mismo, no dejarlo entrar en nuestro círculo interno (en nuestro círculo mental) para que se quede ahí, forcejeando y luchando en nuestra mente, como cuando uno no logra concretar correctamente  una técnica y se deja llevar por la furia quedando atrapado en una lucha física con el atacante. Sino buscar salir de su línea de afectación sobre nosotros y proyectarlo hacia otra parte o neutralizar sus efectos.
Para lograr este cometido, primeramente se tendrá que estar atento ante las circunstancias que nos rodean, con esta atención buscamos percibir el problema que nos está por afectar, manejando la distancia respecto del mismo. Manejar la distancia implica no enfrascarse en una anticipación que puede generalo y hasta potenciarlo, es decir, ser consciente de la situación de conflicto pero sin cortar esta percepción accionando precipitadamente, ni tampoco tardíamente. Lo que pretendo explicar es la aplicación del principio del ma-ai, la distancia tanto en el ámbito físico como mental, entre la situación de conflicto y nosotros. Tenemos que tratar de lograr una distancia que nos permita estar en un nivel de contacto respecto de la situación mediante el cual podamos estar conectados con la misma, con el objeto de poder manejarla razonablemente.
Si logramos llevar a nuestra realidad el concepto del ma-ai, que nos permite percibir el grado o distancia potencial de afectación de los problemas, entonces podemos accionar respecto a los mismos mediante el mencionado concepto de irimi. Es decir, hacernos cargo de esta interacción que tenemos que medir respecto de lo que nos afecta, para poder buscar la mejor manera de enfocar la solución desde otro ángulo donde los efectos del problema no nos afecten, o nos afecten de la manera menos perjudicial posible. Desde este otro ángulo buscamos una posición de fortaleza, mental o en el plano físico (en el fondo son lo mismo). Aquí, podemos utilizar nuestro potencial para dirigir los efectos de los problemas o conflictos hacia otra parte o simplemente neutralizarlos para poder retomar nuestro recto camino, en armonía con el resto de las cosas que forman parte de nuestro mundo.
Esto no es una ciencia, es una actitud que tenemos que trabajar internamente para incorporarla y aprender a razonar las cosas de esta manera. No es una metodología precisa que se pueda aplicar a la solución técnica de determinados problemas. Sino que se trata de aprender a manejarnos con una actitud de atención para no dejarnos sobrepasar por los problemas y que la vida se torne un círculo vicioso de lucha y queja constante ante las situaciones que se nos presentan. Es una forma de percibir las cosas buenas y malas que nos deja fluir en la dirección que elegimos para nosotros.

10 marzo, 2012

¿Qué es un hakama y cómo doblarlo?


Ante las reiteradas oportunidades que he tenido de mostrar cómo doblar un hakama en mis prácticas de Aikido, dedico este post a mis estimados compañeros.
Aprovecho la oportunidad para contar muy brevemente, en lo que a mi  entender respecta, la historia y significado del hakama:
Un hakama es una especie de “pollera-pantalón” que usamos en Aikido y en otras artes marciales, como el Kendo, Iaido o el Kobudo. Según la información publicada por el Centro de Difusión del Aikido, el origen de su uso proviene de la vestimenta propia de los Samurai, y su función original fue la de proteger las piernas de los jinetes.
A lo largo de la historia, se evidencian tres tipos de hakama, una falda sin piernas, similar a un tubo; una segunda versión de éste, pero de mayor longitud, que era utilizado en visitas formales al Shogun o al Emperador, y cuyo largo debía ser doblado varias veces y ubicarse detrás de los pies del visitante, esto con el objeto de dificultar su desplazamiento al caminar en shikko, ante un eventual ataque por parte del mismo. Y una tercera versión, la que actualmente se encuentra difundida mayormente en el mundo marcial, denominada joba hakama. La característica distintiva de esta versión es que, a diferencia de las otras versiones posee una división para cada pierna, y en su diseño presenta siete pliegues, en su parte delantera lleva cinco y en su parte trasera lleva dos pliegues mas.
Acerca de los pliegues, se les atribuyen distintos significados simbólicos. Para la tradición Zen, los siete pliegues representan a los cinco elementos de la naturaleza: tierra, agua, fuego, viento y vacío (según la tradición japonesa) más la dualidad yin y yang. En el Aikido, el simbolismo de los siete pliegues se encuentra asociado a las virtudes que, según el Bushido, debe cultivar y practicar un Samurai, y son las siguientes:
Yuki = coraje, valor, valentía
Jin = humanidad, caridad, benevolencia
Gi = justicia, rectitud, integridad
Rei = etiqueta, cortesía, civilidad (también significa reverencia/rendir tributo a alguien)
Makoto = sinceridad, honestidad, realidad
Chugi = lealtad, fidelidad, devoción
Meiyo = honor, crédito, gloria; también reputación, dignidad, prestigio
Originalmente, la tradición fomentada por O’Sensei fue la obligatoriedad de su uso como indumentaria estándar en la practica del Aikido. Sin embargo, por motivos de escasez de recursos, durante la posguerra en Japón, según la referencia de Saito Sensei, se decidió suspender su uso para quienes no hubieran alcanzado la graduación de shodan (cinturón negro o Dan). Es así que se ha mantenido en la mayoría de los Dojos del mundo, como tradición, que todos los practicantes que revisten las diversas categorías de Kyu no utilizan hakama hasta legar a graduarse de Dan.
Básicamente, las partes características de un hakama son las siguientes:
  • Koshiita: es el refuerzo posterior para la espalda, panel de madera delgada o plástico, firme pero flexible.
  • Himo: son las cintas o cinturones:
    • Mae-himo, las cintas largas frontales (mae).
    • Ushiro-himo: cintas cortas posteriores (ushiro).
  • Hida: los siete pliegues o dobleces
Vista general de la indumentaria de Aikido y del hakama en particular:
Aikidogi c hakama                                 Frente y reverso
La práctica: ¿Cómo doblar un hakama?Cómo doblar un hakama
Habitualmente, el procedimiento se realiza sobre el tatami y, según el grafico precedente, lo que primero se acomoda es la parte de atrás, es decir la que tiene el Koshiita, la metodología es muy simple, tanto para la parte trasera como para la parte delantera, simplemente se deben seguir los pliegues (Hida) desde donde comienzan, es decir en la parte de arriba del hakama, prestando atención a que las costuras laterales, que dividen las partes traseras y delanteras, se mantengan justamente en los laterales para no perder la noción de las dimensiones del hakama y que al manipularlo éste no se desarme. Luego, como se indica en el paso 3, se deben doblar hacia el medio las secciones laterales del hakama, es decir las que se comprenden por la superficie desde el koshiita hasta la costura divisoria de los laterales, quedando de esta forma el ancho delimitado por la longitud de koshiita. Siguiendo los pasos 4 y 5 se procede a dividir el hakama en tres partes y doblarlas una sobre la otra, dejando doblado el hakama de forma cuadrada. Finalmente nos queda proceder a doblar las himo, es decir las cintas frontales y traseras con las que se sujeta el hakama al vestirlo. Las primeras que se deben doblar son las mae-himo (cintas frontales), que son las de mayor largo. Éstas por lo general se pliegan dos veces cada una, a menos que tuvieran una longitud mayor que requiera, por cuestiones de prolijidad, un mayor numero de dobleces. Una vez dobladas, se deben colocar sobre el hakama en forma de cruz. Luego se deben doblar las ushiro-himo (cintas traseras) que son las de menor largo. El el grafico se puede apreciar el procedimiento a aplicar, siempre manteniendo presente el principio de que le nudo final debe quedar presentado en forma simétrica. Adicionalmente, si estamos procediendo a doblar el hakama del Sensei o Sempai que ha estado a cargo de la clase, podemos doblar todo el conjunto del hakama al medio y en forma horizontal, para facilitar su transporte y entregarlo a quien corresponda sin que se desarme.
Para finalizar quiero comentar, desde mi punto de vista particular, que si bien estamos hablando de una pieza de indumentaria tradicional de la cultura japonesa, y en la actualidad más difundida dentro del mundo marcial, no debemos dejar de tener presente las virtudes y principios que simboliza el hakama, y que como practicantes de este moderno y sutil arte marcial que es el Aikido debemos llevar a nuestras vidas. Como primer Kyu, próximo a alcanzar mi graduación de 1er. Dan, aguardo ese momento en mi vida con el espíritu de quien simplemente ha logrado aprender a leer y escribir, a partir de allí podré dar todo mi empeño y creatividad para llegar a ser el mejor poeta o escritor marcial que pueda.

21 mayo, 2007

De vuelta

Hace tiempo ya que esperaba este momento. Volver a la práctica de algo que había abandonado.

Esta mañana, simplemente me senté, dispuesto a apreciar en que estado se encontraban las aguas de mi mente.

Descubrí un mar alborotado de pensamientos innecesarios, un cúmulo de energía incorrectamente direccionada que dificulta apreciar el estado esencial, la calma de un estanque, respirar y ser.

La pava suena...

24 abril, 2007

El conocimiento puede ser un freno. La ignorancia puede liberar. Saber cuándo saber y cuándo no saber es tan importante como un acero bien templado.


Suzume-no-kumo, 1434

26 marzo, 2007

Una gran fanática de Liniers me acercó un material algo relacionado con el post anterior.




Con el tiempo, como bien enseña O'Sensei, tantos pensamientos negativos, tanta energía mal utilizada, termina por debilitarnos.


Muchas gracias... mi Yin.

21 marzo, 2007

Tan pronto como te ocupas del “bien” y el “mal” de tus semejantes, creas una abertura en tu corazón por la que entra la malicia. Examinar, competir y criticar a otros te debilita y te derrota.


Morihei Ueshiba


Siempre me desagradó la actitud de la gente que vive constantemente viendo los defectos de los demás, criticando sin pausa lo que hace uno o el otro. Por supuesto en muchos casos las personas tienen comportamientos bastante reprochables, y son altamente criticables. Pero lo que realmente me desagrada es cuando las personas se tornan demasiado críticas, tanto que parecen solo enfocar todas las cosas de esa manera, juzgan en muchas ocasiones apresuradamente y obtienen percepciones erróneas sobre las personas. Después difunden estas malas interpretaciones mofándose de las personas objeto de crítica… Todo un desperdicio de energía.

Tengo que reconocer que no estoy exento de este tipo de pensamiento y muchas veces me dejo llevar por la crítica ajena. Pero en esencia siempre me esfuerzo por no malgastar mi energía de esa forma. Quienes realmente me conocen, saben que así es. Lamentablemente parece que en los últimos tiempos ando medio dormido y me estoy dejando llevar en exceso.

Sera cuestión de despertar y estar atento para mejorar.

15 marzo, 2007

Y al fin, después de tanta espera, tanta paciencia casi al límite del agotamiento, las cosas parece que van encaminándose.

Así debía ser. Paciencia, conducta y actitud correcta. Tarde o temprano se obtiene el resultado merecido.

19 febrero, 2007

REI – Cortesía educada

El Samurai no tiene razón para ser cruel. No necesita probar su fuerza. Un Samurai es cortés hasta con sus enemigos. Sin este signo externo de respeto, no somos nada más que animales. Un samurai no se respeta sólo por su fuerza en la batalla, sino también por sus acciones con los otros hombres. La verdadera fuerza del Samurai se hace notar en los tiempos difíciles.
-BUSHIDO-


Difícil tarea tenemos quienes nos empeñamos en mantener la templanza frente al comportamiento falso de quienes con su proceder han demostrado su verdadera esencia...

13 febrero, 2007

La ilusión del tiempo

Akira-san dice:
jaja que bárbaro! estos tiempos modernos que vivimos: la hora se pasa volando, como dicen.
arwën dice:
así parece
Akira-san dice:
ahora q menciono esto, me acuerdo q alguien dijo que el tiempo no existe
siempre quise averiguar mas sobre esa teoría
jajaja
arwën dice:
ah, si? y entonces?
"el tiempo no existe, solo es lo que hacemos de el"
Akira-san dice:
solo existe el presente. El "pasado", ya no es. Y el "futuro" es una proyección de la mente.
son todas ilusiones q creamos nosotros los hombres
arwën dice:
quizás, pero así y todo siempre estamos pendientes del tiempo
a mi nunca me alcanza el tiempo por ejemplo
cuando estoy con vos
y me sobra cuando no estas
como explicas eso?
Akira-san dice:
eso es porque vivimos de una forma, como decirlo, "no zen"... no captamos la realidad tal cual es.
o sea la verdadera esencia de la realidad
arwën dice:
que seria...?
Akira-san dice:
experimentar el ser, Dios, el Ki, el todo, ahora... sin pensar en el pasado o en el futuro.
en cada cosa que hacemos
jajaja me acuerdo del último Samurai: eso es "Bushido"
arwën dice:
jajajajaa
cierto cierto
Akira-san dice:
life in every breath
every cup of tea
every life we take

04 noviembre, 2006