09 febrero, 2014

¡Sonría!

 

Situación: Conduciendo su vehículo particular una persona se dirige a su domicilio de trabajo a las 0815 hs. aproximadamente, desde la avenida por la que circula anuncia su giro a la izquierda activado la señalización luminosa, como corresponde, y dobla a una velocidad razonable (léase más o menos velocidad de segunda marcha), circula una cuadra para nuevamente señalizar su giro a la derecha; al aproximarse a la esquina una persona que circula por la vía pública por medios naturales (léase peatón) camina con evidente intención de cruzar de una vereda a la otra, pero en apariencia hacia la esquina opuesta, sin prestar atención a lo que sucede a su alrededor; dada esta circunstancia, el conductor del vehículo comienza a frenar el mismo, situación a la que se llega cuando está a aproximadamente 2 metros del peatón, el cual ve sorpresiva y repentinamente al vehículo.

Reacción de las personas – opción 1 (uno): Cuando se produce la situación, el conductor del vehículo toma conciencia rápidamente de que el peatón circula aparentemente sin atención al tráfico (o sea, circula cual zombi para cruzar la calle) y, al momento de detener el vehículo y ver que la persona lo mira sorprendida, el conductor “sonríe” y aguarda a que avance y libere el paso al vehículo. Por su parte el peatón, al verse sorprendido por el vehículo y ver que se ha detenido, así como también que el conductor sonríe, reconoce con semblante amable que ha sido sorprendido por circular imprudentemente y, acto seguido, responde “devolviendo la sonrisa” y acelerando el paso.

Reacción de las personas – opción 2 (dos): Cuando se produce la situación, el conductor del vehículo se da cuenta rápidamente de que el peatón es un imbécil que le importa un cuerno lo que sucede alrededor. Cuando el conductor tiene que detener el vehículo para no atropellar al zombi, por supuesto que hace sonar la bocina en forma continua y prolongada para que el ñoño “se de cuenta” de que lo están por atropellar y, si se trata de una persona aún más iracunda, acto seguido, vociferará en tono alto algún agravio verbal hacia el distraído peatón. El caminante, al ver el auto que ha frenado a una gran proximidad, y por supuesto ver la actitud del enervado conductor y escuchar sus insultos, no puede hacer otra cosa mas que devolver la reacción en su mismo tenor, por supuesto olvidando totalmente que ha cometido él la falta, reacciona trasladando la culpa al conductor y profiriendo algún tipo de insulto como por ej.: “¡¡¡pelot…. de mier…, por qué no mirás por donde manejas!!!” y dejará el paso al vehículo para después poder cruzar. Si la situación pasa a mayores, podría acontecer que el conductor baje del vehículo y se produzca un acontecimiento de violencia física.

La realidad es que la situación fue resuelta con la opción 1 (uno) y, quien escribe, es el conductor, que por suerte llegó a la oficina sintiéndose contento por, una vez más, haber reaccionado positivamente ante un tipo de evento que, en los últimos tiempos suele resolverse en la mayoría de los casos con malas actitudes.

Como siempre trato de predicar hay que tratar de reaccionar, aunque por dentro tengamos momentáneamente un volcán en incipiente erupción, al menos en primera instancia, de forma amable, aunque sepamos que tenemos toda la razón sobre lo que está sucediendo. Muchas veces el reaccionar así, evita que el otro involucrado dispare la reacción conflictiva. Luego, si el equivocado ya no reaccionó mal ante nuestra postura, es muy posible que reconozca su error y pida disculpas, de la manera que más espontáneamente se de. Así es como nosotros también tenemos un tiempo más para que nuestro “volcán interno” se desactive. Si ejercitamos esta actitud en la mayor cantidad de casos posibles que se nos presentan, imagino que tendremos menos tensiones y mejor carácter diariamente.

Reaccionar mal, entrar en el juego de la actitud “mental” violenta, siempre resta; en principio para nosotros mismos y por supuesto para los demás también.

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